Se trata de un proyecto que se afirma en un evidente nivel de elaboración, y que sitúa la labor profesional de este artista en un camino con variables dentro de su característica modalidad representativa. Tal como el título indica, es el propio material pictórico lo que adquiere protagonismo en su obra, por ser la de Niels una manera que parte de la evolución técnica de la pintura, donde estilos y procedimientos conforman una rica fuente formal que da sentido a sus convencionales motivos y líricas visiones.
Niels opera como un creador preciosista del arte de pintar. El material y el método tradicional concurren en un trabajo minucioso y extendido en el tiempo, valiéndose frecuentemente de capas de óleo, de valores táctiles de la factura resueltos a partir de un modelado casi “escultórico” de sus imágenes. La fuerza distintiva de sus rostros sobresale por esa sensación de misterio y proyección sentimental que los hace asequibles a personas de todo tipo. Han sido construidos por trazos fuertes y marcadas pinceladas. Son registros perceptivos estáticos que parecen crecer de modo natural, pero cuyas fisonomías no pueden esconder las fecundantes referencias al Naturalismo, la academia clásica, el Impresionismo, así como al Pop Art y el Hiperrealismo.
Otro aspecto clave en las propuestas de Niels es el tratamiento de la luz, donde establece una relación dinámica entre las zonas de sombras y las iluminadas que tiende a sugerir efectos oculares de movimiento. Niels usa los colores que exigen las gamas elegidas por la acción de su estilo. Sus mezclas y disolvencias cromáticas pueden arribar a resultados traslúcidos y tornasolados. Funciona el dominio de lo sensorial y la búsqueda de lo mágico como recurso para provocar a los espectadores.
La exposición en cuestión estará conformada por un número pequeño de piezas (4 o 5, de formatos diversos); con ellas y la distribución espacial requerida, apela a la limpieza del espacio para ayudar a que estas cobren presencia atrayente. De esta manera, el ambiente cargado de evocaciones espirituales armadas por el encuentro entre la soledad y la penumbra ambiental, permitirá a las pinturas convertirse en “actores” sin teatro, con acentuada tendencia a destacarse en el magma de una atmósfera envolvente. Desde esta perspectiva de significación, el discurso museográfico aspira a ordenar los signos que fluyen dentro de las pinturas con los que aporta el espacio real.
